Artículo
de Opinión: Senabri Silvestre
Ahora que se está reabriendo
una parte de la economía para que podamos mantener este país operando, debemos
tratar de ver este momento no sólo como una nueva oportunidad para buscar el
peso, sino también para hacer la voluntad de Dios.
El momento es preciso para
pensar qué pudo haber pasado en nuestras vidas si permanecíamos más tiempo en
ese encierro, sin la oportunidad de generar ingresos ni de ir a
establecimientos que estamos acostumbrados a visitar.
Es preciso analizarlo, sobre
todo porque podemos regresar al mismo estado y de una peor manera; por lo
tanto, lo mejor es que seamos precavidos y cautelosos para no enfermarnos ni
llevar enfermedad a nuestras familias.
Pero esto no es lo único:
recuerda las promesas que le hiciste a Dios, el deseo de orar, de buscar más de
él y, sobre todo, de predicar su evangelio. Esta es la mejor oportunidad para
conocer a Dios y agradecerle por permitirte llevar sustento a tu familia,
porque te permite visitar lugares a los que posiblemente deseabas o tenías que
ir, y lo más importante: te permite seguir viviendo.
Recuerda que aún no tenemos
la respuesta de cuándo esto termina ni de cómo esto va a pasar, por eso te
recuerdo lo compartido en mi columna, titulada ¿Cuándo Dios nos librarás de
esta pandemia?, “no os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el
Padre puso en su sola potestad”, dijo Jesús, según cuenta Lucas en el versículo
siete del capítulo uno del libro de Hechos, a una pregunta que hicieron los
discípulos y que bien se podría aplicar a lo que estamos viviendo en este
tiempo.
Lejos de ponerle una fecha,
Jesús les aconsejó enfocarse en el propósito divino.
En prepararse para recibir
el Espíritu Santo, a fin de que pudieran obtener el poder o la valentía que
necesitaban para salir a predicar el evangelio que él le había inculcado.
Persistir en preguntar hasta
cuándo terminará la crisis actual nos hace necios y no sabios, ya que, como
bien explica el Salmo 94:1-11, Jehová oye, ve, conoce y sabe lo que está
pasando. Pero recuerda que Dios también castiga a las naciones como un padre
corrige a sus hijos, porque sabe que los pensamientos del hombre son vanidad
(Verso 12).
Así que nuestra preocupación
ahora no solo debe ser buscar el peso, sino también cumplir la voluntad de
Dios, acercándonos a él, predicando el evangelio y haciendo discípulos.
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Bendiciones