Articulo Opinión Senabri Silvestre
Muchas personas escuchan la
palabra de Dios y se sienten llamadas a obedecerla. Empiezan con mucho entusiasmo
a estrechar una relación con Dios, pues en su interior sienten esa necesidad de
estar cerca de su creador; sin embargo, en poco tiempo se apartan de ese
camino. ¿Por qué?.
El problema no está en la
palabra de Dios, puesto que ésta no se devuelve sin producir efecto en quien la
escucha (Isaías 55:11). El problema está en la actitud y el compromiso que tomes
para cumplirla.
Jesús comparó el efecto de
la palabra de Dios sobre las personas con el resultado de un sembrador, que
saliendo al campo esparce las semillas por toda la tierra de manera
igualitaria; no obstante, el crecimiento de éstas dependen de la condición del
terreno donde hayan caído y de los factores externos que la acompañen en su
proceso de crecimiento.
Así
también sucede con el ser humano.
En Mateo, capítulo 13, Jesús
señala cuatro resultados del mensaje de salvación, arrepentimiento y perdón que
riegan los mensajeros.
El primero es escuchar la
palabra del reino y no entenderla, ya que dice el versículo 19, que cuando esto
sucede viene el malo, a través de una circunstancia o una persona, y arrebata
lo que fue sembrado en su corazón.
A quien le sucede esto viene
a ser como la semilla sembrada junto al camino, que vienen las aves y se las
comen.
El segundo procede del que
oye la palabra y la acepta con gozo, pero al no profundizar en ella, no buscar
más de Dios, viene a ser como la semilla que cae en pedregales y no echa raíz.
Al no tener profundidad, cuando viene la aflicción o la persecución por causa
de la palabra, tropieza y se aparta.
El tercer caso puede que sea
el más común, y es comparado por Jesús con la semilla que cae entre los
espinos. Estas son aquellas personas que oyen el mensaje de salvación, pero el
afán de este siglo, y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa.
Por eso abundan los que dicen que quisieran ir a la iglesia, orar y leer la
Biblia, pero no tienen tiempo. Pero el cuarto grupo de personas corresponde a
las que escuchan la palabra de Dios, la entienden y la aplican.
Estas son las semillas que
caen en buena tierra, por lo tanto, florecen, dan frutos y se multiplican al
cien, a sesenta, y a treinta por uno. Así que la semilla te ha sido plantada,
depende de ti definir tu tipo de terreno.
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Bendiciones