Artículo escrito
por Andrew Palau
No todos los optimistas son creyentes. Y no todos los creyentes son
optimistas. Pero el creyente optimista es un dúo poderoso.
Piensa en un optimista perpetuo que conoces. (¡Quizás eres tú!) Cuando
se enfrenta a un desafío, sus respuestas naturales son una sonrisa audaz y una
palabra alegre. Ellos no poseen la capacidad de murmurar y no conocen el
significado de la desesperación. Sus hombros flotan sin carga y sus voces son
como el brillante cantar del deleite de un pájaro.
¿Conoces a una persona de fe tan sólida como una roca?
Estas personas son firmes. Estables. Inmóviles. Su objetivo no es
probarse a sí mismo ante el mundo, sino más bien tomar el mundo como viene,
viviendo para una "audiencia de Uno". Su fe no es para demostrarla,
pero cuando surge, humildemente pide compañía. Los incrédulos y los escépticos
se sienten inútilmente atraídos por la paz pura que irradian estas personas de
fe sólida.
¿Cuándo un optimista no es un creyente?
Cuando mira el lado positivo de la vida, pero se niega a reconocer a
Jesucristo como Señor y Salvador. Esta persona es una imagen representativa de
los libros de autoayuda seculares y artículos sobre cómo cambiar tu vida a
través del "poder del pensamiento positivo."
¿Cuándo un creyente no es un optimista?
Cuando se ha entregado a Jesucristo, pero continúa respondiendo a los
desafíos de la vida con temor, ansiedad y duda. Esta persona no ha dejado que
su fe salga de su rutina de los domingos ni que se extienda a todos los
rincones de la vida diaria.
El creyente optimista, sin embargo, es una combinación alegre de una fe
profundamente arraigada que se muestra a sí misma con un enfoque alegre y lleno
de energía aún en las circunstancias más difíciles. No es falso. No es
superficial. Es una fe palpable que está completamente confiada en lo que se
espera y segura de lo que no ve (lee hebreos 11:1). Esta es la
persona que dice con confianza: "El Señor es quien me ayuda, por
tanto, no temeré. ¿Qué me puede hacer un simple mortal?" (Lee hebreos
13:6).
Te animo a ser un creyente optimista. Deja que Cristo tenga la victoria
en tu vida. Y “no dejen de confiar en Dios, porque sólo así recibirán
un gran premio” (hebreos 10:35).
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