Artículo:
Emilia Santos Frías
Podemos alimentar el cuerpo
ejercitándonos y con una alimentación balanceada, pero alimentar el alma, es
distinto. Ella se nutre de nuestras buenas acciones, filantropía, pero sobre todo
de nuestra espiritualidad.
Robustecer el alma, implica
vivir en paz, sembrando y cosechando amor, mientras también cuidamos la salud
mental, esta que tantos brincos ha dado durante esta pandemia del COVID-19 o
coronavirus, que nos ha hecho vivir momentos de duelo, ansiedad por las
pérdidas humanas, desplome de la economía y actividades sociales.
Sigamos en conexión con
quienes amamos, con ese amigo copartícipe de nuestro andar; con esa amiga
solidaria, que nos han tendido las manos en momentos oportunos. Busquemos
bienestar en las pequeñas cosas, ellas nos ayudarán a alimentar el espíritu.
¨No dejes apagar el
entusiasmo, virtud tan valiosa como necesaria; trabaja, aspira, tiende siempre
hacia la altura¨, dijo el gran modernista Rubén Darío.
Oremos con fe; pongamos
nuestra carga en Dios, que él nos hará descansar; ejercitemos el espíritu;
aportemos con acciones solidarias o altruistas en beneficio del necesitado, y
no permitamos que el estrés o temperamento pasivo agresivos de quienes nos
rodean, así como su perversidad, cambie nuestras emociones a negativas. También
a ellos encomendémoslos al Señor y perdonemos. ¡Tendrán su recompensa! En
cambio, abracemos labores que nos aporten alegría y satisfacción.
Como nos dice Salmos 34:21
¨Matará al malo la maldad, y los que aborrecen al justo serán condenados¨.
También, escuche una hermosa
melodía. La buena música cura y eleva la voluntad, en mi caso, desde que un
amigo me recomendó escuchar al afamado pianista Yanni, mi distanciamiento
social ha sido más placentero. ¡Inténtalo, lo vale! Además, escuchemos poemas
cantados en la voz de Maridalia Hernández, porque esas canciones son poemas;
representan verdaderas expresiones del alma. Ellas han confortado mi vida en
estos siete meses de distanciamiento. Tomemos como musa a los poetas y las
poetisas.
¡Cuánta razón tuvo Mario
Benedetti, al exclamar: Y he llegado a la conclusión de que, si las cicatrices
enseñan, ¡las caricias también! Busquemos la paz interior; reflejemos bondad y
las enseñanzas de Jesucristo, mientras procuramos ser feliz, aun en estos
momentos de incertidumbre. Dios que nos
ama demasiado, reciproquemos, que él nos mostrará el camino.
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Bendiciones