Devocional diario por la Pastora Montserrat Bogaert
Descendió entonces Naamán y
se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios,
y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio. 2 Reyes 5: 14
La esperanza de los que no
tienen a Dios está en lo que tienen y manejan. Dios no cuenta. Su vida se basa
en lo que saben, y de nadie dependen, sino de ellos mismos, llegando a creer
que sus habilidades son más que suficientes y a considerarse perfectos. Por
eso, su orgullo es tan grande que no quieren doblegarse ante nada, ni aun
cuando saben que su única alternativa es Dios. Prefieren seguir igual.
Esto le pasó a Naamán, un
jefe del ejército del Rey Aram. Estaba lleno de orgullo y vanagloria porque era
una persona reconocida por su valentía en la guerra. Pero un día cayó con lepra
y nada había que lo sanara, sino la intervención divina.
Cuando el profeta Eliseo le
dijo que se sumergiera 7 veces en el Jordán, se negaba a hacerlo, porque no
quería quebrantarse. Pero el hombre de Dios sabía que esta sería la única forma
de que él se humillara y reconociera que necesitaba de Dios y no de sus méritos
en la guerra.
No dejemos que el orgullo no
nos permita humillarnos delante de Dios, cuando sabemos que Él es el único que
puede ayudarnos en esos momentos de dolor, desesperación, crisis, enfermedad,
muerte, que nos acontecen inesperadamente.
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Bendiciones