Escrito por ECHD: Devocionales
Entre ellos se encontraba un
hombre inválido que llevaba enfermo treinta y ocho años. Cuando Jesús lo vio
allí, tirado en el suelo, y se enteró de que ya tenía mucho tiempo de estar
así, le preguntó:¿Quieres quedar sano?
Juan
5:5-6
En los tiempos de la Biblia,
la lepra era una enfermedad de la piel incurable, que causaba deformidades
físicas y a la cual las personas le temían. Esto significaba que muchas
víctimas de la enfermedad no acudían a actividades públicas. Estas personas
vivían alejados de los demás. Esto es un buen ejemplo de lo que nos hace el
pecado. El pecado es una enfermedad que afecta tanto a jóvenes como ancianos,
grandes y pequeños. Nos aleja de Dios y de los demás.
A
veces nos rehusamos a ser Sanados
En 2 Reyes en el Antiguo
Testamento, encontramos la historia de un hombre llamado Naamán. Él era el jefe
del ejército de Siria en los tiempos del profeta Eliseo. Naamán estaba enfermo
con lepra y le habían dicho que el profeta podía sanarlo. Así que fue a verle.
Pero en vez del profeta atenderle, éste le envió a un mensajero con
instrucciones para que se lavara en el río Jordán.
Naamán se enojó mucho y se
fue muy ofendido diciendo: «¡Yo creí que el profeta saldría a recibirme
personalmente para invocar el nombre del Señor su Dios, y que con un movimiento
de la mano me sanaría de la lepra! ¿Acaso los ríos de Damasco, el Abaná y el
Farfar, no son mejores que toda el agua de Israel? ¿Acaso no podría zambullirme
en ellos y quedar limpio?» Furioso, dio media vuelta y se marchó (2 Reyes
5:11-12).
La
Humildad es parte de la Cura
Al principio, el orgullo de
Naamán no le permitió aceptar la “receta” del profeta Eliseo. De la misma
manera, hoy día, muchas personas permiten que su orgullo se interponga para
aceptar el plan de Salvación de Dios.
Pero los oficiales de Naamán
le dieron un mejor consejo. Ellos lo convencieron de hacer lo que el profeta le
había mandado. “Así que Naamán bajó al Jordán y se sumergió siete veces, según
se lo había ordenado el hombre de Dios. ¡Y su piel se volvió como la de un
niño, y quedó limpio!” (2 Reyes 5:14)
“Cuando oigan hoy su voz, no
endurezcan el corazón…” (Hebreos 3:15).
Desde que nacemos, todos
estamos “infectados” con algo peor que la lepra. Esto es el pecado. No tan solo
son nuestras acciones, sino también nuestra propia naturaleza humana, las
cuales ofenden la santidad de Dios. “Tú no eres un Dios que se complazca en lo
malo; a tu lado no tienen cabida los malvados” (Salmos 5:4).
¿Cuál es el resultado del
pecado? “El pecado, una vez que ha sido consumado, da a luz la muerte”
(Santiago 1:15). No tan solo la muerte física, sino separación eterna de Dios.
En último libro de la Biblia donde se describe el cielo, se nos dice: “No se
permitirá la entrada a ninguna cosa mala ni tampoco a nadie que practique la
idolatría y el engaño…” (Apocalipsis 21:27). Afortunadamente, el versículo
continúa diciendo: “Solo podrán entrar los que tengan su nombre escrito en el
libro de la vida del Cordero”.
El camino de Dios no tan
solo es el mejor camino; es el único camino. Naamán fue sanado de su lepra
cuando se humilló y se sometió a Dios. Jesús, el Cordero de Dios, está
dispuesto a lavar tus pecados. ¿Estás dispuesto a confiar en Él, hoy?
Ora
esta semana:
Padre, ayúdame a preocuparme
de mi salud espiritual así como me preocupo de mi salud física, y a compartir
con los demás cómo Jesús puede sanar sus almas.
Si ya has sido lavado en la
sangre del Cordero, ¿puedes compartirlo con otros? Si tienes miedo, lee 2 Reyes
5:2-4 y verás que fue una joven esclava la que le dijo a Naamán dónde encontrar
la cura para su lepra.
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Bendiciones