Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos, les preguntó: ¿Qué pensáis en vuestros corazones? Lucas 5: 22
¿Por qué permitimos que los pensamientos nos abrumen y tomen el control absoluto de nuestra vida?, ¿por qué es tan fácil darle libertad a nuestra mente para que piense todo lo que quiera sin ponerle límites?, ¿por qué nos encerramos y no reaccionamos ante la opresión de nuestra alma?, ¿por qué es más fácil creer en una mentira que creer en la verdad?
Cada una de esas preguntas tiene una sola respuesta: no tenemos fe. Y la falta de fe nace porque no tenemos el conocimiento verdadero de Cristo. No basta con decir “Soy cristiano”, porque cuando decimos “Soy de Cristo” y “Mi vida le pertenece a Él” tenemos que estar dispuestos a testificar en medio de una crisis financiera, un problema en el hogar o una situación difícil, manifestando que Él es nuestra realidad.
No nos afanemos por demostrar lo que no somos, porque el verdadero conocimiento viene cuando hemos vivido experiencias de primera mano y no hemos renegado de ellas. Al contrario, las hemos vivido con mucho dolor, padeciendo en carne, pero glorificando a Cristo.
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