Correr un maratón implica exigirse física y mentalmente.
Pero para una corredora adolescente, competir en una carrera se trata de empujar a otro.
En cada entrenamiento y competición, Susan Bergeman, de 14 años, empuja a su hermano Jeffrey en su silla de ruedas. Cuando Jeffrey tenía 22 meses de edad, tuvo un paro cardíaco que lo dejó con un severo daño cerebral y parálisis.
Hoy Susan sacrifica sus propias metas deportivas para que Jeffrey pueda competir con ella. ¡Cuánto amor y sacrificio!
El apóstol Pablo pensaba en el amor y el sacrificio cuando animó a sus lectores a «[amarse] los unos a los otros»
(Romanos 12:10).
Sabía que los creyentes de Roma tenían problemas con los celos, enojo y desacuerdos agudos (v. 18), así que los animó a permitir que el amor divino gobernara sus corazones.
Esta clase de amor, arraigado en el amor de Cristo, pelearía por obtener el mayor bien para los demás.
Los que aman este camino consideran a los demás más dignos de honor que ellos mismos (v. 16).
Como creyentes en Jesús, corremos una carrera de amor mientras ayudamos a otros a terminarla también.
Aunque puede ser difícil, esto honra a Jesús.
Así que, por amor, confiemos en Él para que nos capacite para amar y servir a los demás.
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