Cuántas cosas hemos dejado de hacer para Dios, pudiendo hacerlas, todo por vivir de las excusas. Lo peor es que estamos conscientes y no cambiamos ¿Por qué pasa esto? ¿Por qué lo permitimos? Y la respuesta es que no tenemos temor del Señor
Al no tener temor no hay obediencia, y el resultado es obvio. Nada hacemos; pero tenemos que concientizarnos y enfrentar nuestra realidad, pues hay que hacerlo aunque no nos guste, por gratitud y amor hacia Él
El verdadero amor se muestra cuando dejamos a un lado las excusas y actuamos sin importar el sacrificio, porque sabemos que es una honra servirle, pero no todos tenemos este conocimiento. Al contrario, venimos a Su presencia y Le pedimos que nos bendiga a pesar de todas las excusas que Le hemos puesto. Porque si es para orar siempre hay una excusa: “Es que llego muy cansada”, “Me levanto muy temprano para ir al trabajo”, “No me da el tiempo”, y muchas excusas más. Si es para ayunar, hacemos lo mismo, porque es un patrón que hemos tomado en todo lo que conlleve un sacrificio.
Nuestra carne juega un papel importante en todo esto; quiere gobernarnos, pero tenemos que disciplinarla y no desmayar hasta que la hayamos sometido completamente a nuestro espíritu ¡Qué triste se siente Él cuando le dices “No puedo”! Él siempre está dispuesto a decirnos “Se puede, y voy a hacerlo por amor a ti”.
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Bendiciones